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Jesús Serrera

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Cantabria, a contracorriente

La lista es larga y desmoralizante. La encabeza, naturalmente, el desempleo, que aumenta en Cantabria frente a la tendencia positiva del conjunto de España, con la cifra ya consolidada de 50.000 parados, muchos de ellos crónicos, con escasas posibilidades de encontrar ocupación estable y más de la mitad sin ninguna prestación. Pero es que además las malas noticias se encadenan con los bajones de la producción industrial y los servicios, y con las lamentables previsiones de crecimiento del BBVA, del Santander o de las Cajas de Ahorro, que de nuevo sitúan a Cantabria a la cola de España, al igual que en las ventas de vehículos y viviendas, en el mercado laboral y en otros indicadores conocidos en los últimos meses. Las empresas que cierran, como Ecomasa, o las que están en serio riesgo, las que no terminan de abrir como Sniace, las foráneas que no acaban de llegar y hasta las que anuncian que abandonan el patrocinio deportivo, como Go Fit o Bathco, que por su repercusión mediática ayudan a escenificar el declive de la economía regional.
Los debates sobreactuados sobre el Mupac o el lábaro distraen la atención  del desplome constatado en pocos meses, después del repunte de 2015 que otras comunidades todavía sostienen. El Gobierno, la CEOE, los sindicatos, algunos municipios importantes, la Universidad, unas veces coordinados y otras dispersos, exploran planes de acción que alienten las inversiones y el empleo, aunque sin saber muy bien por qué Cantabria navega a contracorriente y cómo incorporarla al viento favorable.
Miguel Ángel Revilla e Ignacio Diego han vuelto al intercambio de reproches sobre la inacción gubernamental y la herencia recibida, que reproducen todos los meses en el Parlamento, en el poder o en la oposición,  desde el estallido de la crisis. Seguramente la pertinacia de los malos datos económicos y del paro tienen causas más profundas que la gestión de uno u otro Gobierno regional, pero lo cierto es que ahora le toca a Revilla confirmar su tantas veces repetido argumento de que, con un buen Ejecutivo, cuando la economía va bien Cantabria crece más que el resto de España, y cuando va mal, sufre menos.
El ciclo expansivo vislumbrado en 2015 no se ha consolidado, sino todo lo contrario. «Hay que esperar que en un año y pico la situación mejore», ha sido el discurso resignado de Revilla. La inestabilidad política nacional desde el 20-D, la falta de interlocución con un Gobierno central en funciones, han paralizado proyectos públicos e inversiones privadas, pero ese factor de incertidumbre opera en toda España, no solo en Cantabria.
Solamente el turismo, que ya representa un 11% del PIB regional, le proporciona alguna alegría y esperanza al Gobierno con los buenos datos de un enero soleado, con el inminente comienzo del periodo de primavera-verano más propicio para el sector y con las perspectivas favorables para el Año Santo Lebaniego 2017.
El recuperado diálogo social del Ejecutivo con la patronal y los sindicatos ha avanzado en el plano teórico en dos apéndices principales, la específica Mesa del Besaya y el llamado Nuevo Patrón de Crecimiento, más general y orientado al largo plazo. En esos foros y en el Gobierno fluyen las ideas y hasta los planes de reactivación, pero también queda patente la ausencia de un elemento tan básico como el diagnóstico que explique por qué el tejido productivo de Cantabria es ahora el más vulnerable de España y cuáles deben ser las grandes directrices para hacerlo más solvente.
El Gobierno regional ha encargado a una consultora externa, Indra, que despeje esas incógnitas. El dictamen aún no ha llegado, pero el Ejecutivo ya intuye al menos una de las claves del declive: la ausencia de obra civil, como motor básico de la economía. Ni un solo proyecto del Estado con empaque se vislumbra en el corto plazo. El plan de la Consejería de Obras Públicas del consejero Mazón se queda tras el duro ajuste en un catálogo de actuaciones menores que, sin embargo, adorna con un cálculo bien optimista de 10.000 a 15.000 nuevos empleos.
En un paisaje desolado, con tan escasos recursos, el Gobierno es bien consciente del alto precio en gasto social improductivo que está pagando por el apoyo de Podemos en las grandes ocasiones, desde la investidura hasta el Presupuesto: «Ochenta y ocho millones de euros para el Plan de Emergencias. Nada sería más social que poder dedicar parte de ese dinero a crear empleo», reflexionan en el seno del Ejecutivo.
Revilla ya tiene dicho que sin una mayor flexibilidad en el objetivo de déficit hasta los servicios básicos pueden tener dificultades de financiación. El margen de actuación actual es estrecho porque Madrid y Bruselas permanecen vigilantes ante cualquier desviación, aunque las comunidades más ricas y pobladas se saltan una y otra vez la disciplina sin mucho miedo a las consecuencias. Por el momento en los departamentos del Gobierno cántabro, casi todos controlados por viejos zorros de la política, se apresuran a comprometer todo el gasto que pueden y lo más pronto que pueden por si acaso el ministro Montoro, peligroso incluso ahora que está en funciones, o quien le suceda, se le ocurre venir con la tijera.

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Crónica, opinión y análisis de la actualidad. Con todas las voces, sin acompañamiento instrumental

Sobre el autor

Bilbao. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad del País Vasco. En El Diario Montañés desde 1982. Subdirector. Sobre este blog: Crónica, opinión y análisis de la actualidad. Con todas las voces, pero sin acompañamiento instrumental. Se agradecen las sugerencias para mejorar el repertorio.


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